De los origenes hasta hoy

HISTORIA DE LA ORDEN

Los Hermanos Menores son una comunidad católica, fundada por San Francisco de Asís y que con sus, casi, ocho siglos de existencia se ha aplicado a ser mensajera de la PAZ y en BIEN que nos da Cristo pobre y crucificado.

ORÍGENES

Podríamos ubicar de manera oficial el nacimiento de la Orden Franciscana el 29 de Noviembre de 1223, mediante la bula Solet annuere, donde es aprobada de manera definitiva la Regla -«la forma de vida»- de Francisco de Asís y sus hermanos: los menores. Aunque nuestra historia comienza un poco antes.

Hacia el año de la Encarnación del Señor de 1209, se unen a Francisco de Asís (joven trovador y soñador, hijo de un prestante comerciante de tela de Asís, pero que se había vuelto a una vida en penitencia, austeridad y recogimiento), los primeros hombres que, en penitencia, quieren seguir las huellas de Nuestro Señor Jesucristo y los Apóstoles. Viviendo en pobreza y sencillez, se dedican a la oración, a la restauración de una u otra capillita, a la predicación de la conversión y moran en sencillas moradas de madera y barro, entre las cuales se recuerda a Rivo Torto, San Damián y Nuestra Señora de los Ángeles de la Porciúncula a las afueras de Asís. De este modo comienza a ver la luz una nueva FRATERNIDAD que desea vivir en la Iglesia el Evangelio y que con el tiempo desearán ante todo «Restaurar la casa del Señor que amenaza ruina»: los Penitentes de Asís. Entre los primeros hermanos contamos a: el Hermano Bernardo, Pedro Catan, Gil de Asís, Silvestre, Morico y otro tanto.

Una vez conformado un grupo de doce hermanos, Francisco, ve la necesidad de poner nuestro estilo de vida a los pies de la Iglesia Romana, pues ella es la mediadora en el encuentro del hombre con Dios; además que Francisco no quería que sus hermanos fuésemos confundidos por herejes, cosa que era muy común en su tiempo. Cuando transcurría el año de 1206, el santo padre de la Iglesia Católica Romana, Inocencio III, se disponía a un encuentro poco usual: recibir a un grupo de pobres que provenían del norte de Italia, para que les fuese autorizado continuar con su proyecto comunitario. El Papa, de viva voz, bendijo nuestro proyecto que, basado en el Evangelio, se procuraba la conversión a Dios de sus seguidores, aunque fuese todavía muy poco jurídico. De esta manera, los Penitentes de Asís, fueron reconocidos por la Santa Iglesia y que con el tiempo tomarán el nombre de Hermanos Menores. Poco tiempo después de aproximará al Papa un clérigo español, Domingo de Guzmán, para presentar su movimiento que tendrá como función especial la predicación, de esta manera surgen los dominicos, pero eso es otra historia.

Con el tiempo nuestra fraternidad fue creciendo y con el ingreso de personas letradas, la exigencia en la vivencia se tornaba más monacal y no tan simple como querían otros. Comienzan los esfuerzos por parte de Francisco de regular las diversas posiciones. Los Letrados exigían letra, estructuras sólidas y estudios (cosas que son necesarias, pero...); y los Celantes o espirituales, espíritu, simplicidad, pobreza, vida eremítica (que también son necesarias, pero en su medida justa). Surge una nueva Regla en 1221, que desea calmar las tensiones, pero ésta no es aceptada por el Capítulo general en cabeza del Ministro General: Fray Elías de Cortona; e todo esto se arrojará en 1223 una nueva Regla que se conocerá como Bulada y que será definitiva para toda nuestra fraternidad. Todos estos problemas dejan muy minada la salud de Francisco, el cual decide retirarse a los campos y montes para la contemplación y, aunque el gobierno ya no se centraba en él, él seguía siendo nuestro Padre y guía en el camino.

A pesar de los esfuerzos de Francisco por regular las tensiones, ellas continuarán por mucho tiempo, aun después de la muerte de Francisco. Con el Gobierno General de San Buenaventura (1257-1274), se logra mantener reguladas las partes aunque la tensión flotara en el aire.

DESARROLLO

Al salir san Buenaventura del Generalato las cosa reinician con su antigua tensión, de manera que entre 1318 y 1334 se da la primera división de la Orden entre los Conventuales y los Observantes, pero sólo hasta el 29 de Mayo de 1517, mediante la bula «Ite vos» se da por oficial la separación de ambos “bandos” de manera que puedan elegir a su Ministro General de manera autónoma, sin embargo se tiene que llamar al de los Observante como el Ministro general de toda la Orden de Frailes Menores. Esta Bula trajo consigo la división visible entre Conventuales y Observantes, pero también trajo consigo la reunión de varios grupos que viviendo la Regla de san Francisco, surgían como reformas por la interpretación que hacían de ella, bajo la Observancia.

Sin embargo se continuó teniendo lecturas muy variadas de la Regla , sobre todo en lo que compete a la pobreza, la penitencia e, inclusive, el hábito. Se dan en España, Francia e Italia lo que se llamaron casas de retiro que, con el aval de los reyes y Papas, deseaban una vivencia más estricta de la espiritualidad del Hermano de Asís con lo que se caía en particularidades que desembocaban en reformas entre las cuales se cuentas: los descalzos, los reformados, los recoletos, los alcantarinos, entre otras. En Italia surge una reforma, específicamente en la región de las Marcas, que se integrará al árbol de la Orden: LOS CAPUCHINOS, que en 1528 recibían su existencia jurídica, deseando tener en la experiencia eremítica la vivencia de la Regla, mediante la Bula «Religionis zelus».

LUCES

Pero ante todos estos aires de reformas y división, también hubo luces dentro de la Orden en el ámbito social, místico, artístico, arquitectónico, intelectual entre otros. En diversos países del mundo es rescatable la figura de varios franciscanos por su compromiso evangélico, por ejemplo: Fray Junípero Serra y San Francisco Solano en América; Fray Bernardino Laredo en España, que con su libro La subida del Monte Sión, se hizo del aprecio de Santa Teresa de Jesús; San Pedro de Alcántara quien fue amigo de la Santa; San Diego de Alcalá y San Pascual Bailón, entre otros españoles. En Italia San Antonio de Padua, San Bernardino de Siena. San Juan de Capistrano y San Jaime de la Marca que con sus continuas predicaciones recorrieron gran parte del país a pie. También hay figuras actuales de compromiso con la vida y con la fe, como San Maximiliano Kolve, San Pío de Pietrelcina, Fray Agustín Gemelli, entre muchos y muchos más.

No debemos olvidar la presencia que, desde varios siglos atrás, presta la Orden de Hermanos Menores en la Guardianía del Monte Sión o la que hoy conocemos como laCustodia de Tierra Santa, que tiene la difícil tarea de custodiar y ser la presencia de los Católicos Romanos en los diversos Lugares Santos. Y además, el gran número de misioneros que en África, Asia, Oceanía y América comparten el mensaje humanizador de Cristo, el Señor; inclusive podríamos contar a tantos capuchinos, conventuales y franciscanos que, por la fe y la justicia, han sido martirizados en los conflictos políticos o ideológicos de los pueblos.

Sin embargo se continuó teniendo lecturas muy variadas de la Regla , sobre todo en lo que compete a la pobreza, la penitencia e, inclusive, el hábito. Se dan en España, Francia e Italia lo que se llamaron casas de retiro que, con el aval de los reyes y Papas, deseaban una vivencia más estricta de la espiritualidad del Hermano de Asís con lo que se caía en particularidades que desembocaban en reformas entre las cuales se cuentas: los descalzos, los reformados, los recoletos, los alcantarinos, entre otras. En Italia surge una reforma, específicamente en la región de las Marcas, que se integrará al árbol de la Orden: LOS CAPUCHINOS, que en 1528 recibían su existencia jurídica, deseando tener en la experiencia eremítica la vivencia de la Regla, mediante la Bula «Religionis zelus».

Franciscanos Menores OFM

Hermanos Menores "de la Unión Leonina"

El 4 de octubre de 1897, el papa León XIII, por la Constitución Apostólica "Felcitate quadam", reunía en una sola familia a cuatro reformas franciscanas: Observantes, Reformados, Descalzos o Alcantarinos y Recoletos, con la simple denominación de "Hermanos Menores", título que comparten con los Hermanos Menores Conventuales y los Hermanos Menores Capuchinos.

Origen de la Observancia

La reforma Observante o de la Regular Observancia, versión moderada del movimiento de los frailes Espirituales o Fraticelli, comenzó en Italia en 1368, por obra del beato fr. Paoluccio Trinci de Foligno, en la ermita de Brogliano, entre Foligno y Camerino. A su muerte en 1391, las ermitas y conventitos bajo su jurisdicción eran ya 16, todos ellos en el centro de Italia, entre las regiones de Umbria y Marcas. El beato Paoluccio, sin embargo, sólo fundó el de San Bartolomé de Marano (Foligno); los demás se los había cedido la Orden, es decir, los llamados Conventuales, a cuyos superiores legítimos estaban sujetos.

Las reformas observantes se extendieron enseguida por Italia, Francia, España y Portugal, y fueron reconocidas por el Concilio de Constanza, con la Constitución apostólica "Supplicationibus personarum" del 23 de septiembre de 1415. Con las bulas "Vinea Domini" del 15 de marzo de 1431 y "Ut sacra" del 11 de enero de 1446, el papa Eugenio IV separó practicamente a la Observancia de los Conventuales, y la transformó en una especie de Orden paralela, ya que la dependencia de los ministros generales conventuales era simplemente nominal.

La nueva familia franciscana quedó organizada, desde entonces, en dos Vicarías Generales, autónomas entre sí: una Cismontana (Italia) y otra Ultramontana (el resto de Europa), ambas divididas en Vicarías Provinciales. Los cuatro pilares que organizaron y consolidaron la reforma observante fueron S. Bernardino de Siena, fray Alberto de Sarteano, S. Juan de Capistrano y San Jaime de la Marca, animados todos ellos por una sincera voluntad de adaptar genuinamente los ideales de San Francisco a su tiempo. Con el ejemplo, y en virtud de su enérgico y acertado gobierno, la reforma creció y se extendió rápidamente, y empezó a abandonar los eremitorios y a volver a los estudios, imprescindibles para el apostolado popular, misionero, caritativo y social, en el que se distinguieron no pocos Santos y Beatos.

Difícil convivencia

Las relaciones con el resto de la Orden no fueron siempre ejemplares. Frente a los Franciscanos Conventuales o Claustrales, que defendían a ultranza una vida estable de observancia de la Regla con mitigaciones pontificias, sin las cuales pensaban que no podrían hacer frente al cúmulo de actividades que la misma Iglesia les encomendaba, muchos Observantes no veían más solución que la radical supresión de los mismos, cosa que consiguieron en España y en sus reinos con el poderoso apoyo de los Reyes Católicos y de Felipe II. La misma intransigencia excluyente mostraron frente a las otras reformas (Villacrecianos, Amadeitas, Alcantarinos, frailes del Capucho, etc.), que defendían su legítimo derecho a vivir la Observancia sin tener que romper la comunión con la Orden. Tampoco ayudaron a mejorar las relaciones los mil y un litigios surgidos en torno a la posesión de los conventos, ya que los Observantes, cuyo crecimiento era imparable, en ciertos lugares, tendían a apropiarse de las casas conventuales, antes que fundar otras nuevas.

Las reformas observantes se extendieron enseguida por Italia, Francia, España y Portugal, y fueron reconocidas por el Concilio de Constanza, con la Constitución apostólica "Supplicationibus personarum" del 23 de septiembre de 1415. Con las bulas "Vinea Domini" del 15 de marzo de 1431 y "Ut sacra" del 11 de enero de 1446, el papa Eugenio IV separó practicamente a la Observancia de los Conventuales, y la transformó en una especie de Orden paralela, ya que la dependencia de los ministros generales conventuales era simplemente nominal.

La nueva familia franciscana quedó organizada, desde entonces, en dos Vicarías Generales, autónomas entre sí: una Cismontana (Italia) y otra Ultramontana (el resto de Europa), ambas divididas en Vicarías Provinciales. Los cuatro pilares que organizaron y consolidaron la reforma observante fueron S. Bernardino de Siena, fray Alberto de Sarteano, S. Juan de Capistrano y San Jaime de la Marca, animados todos ellos por una sincera voluntad de adaptar genuinamente los ideales de San Francisco a su tiempo. Con el ejemplo, y en virtud de su enérgico y acertado gobierno, la reforma creció y se extendió rápidamente, y empezó a abandonar los eremitorios y a volver a los estudios, imprescindibles para el apostolado popular, misionero, caritativo y social, en el que se distinguieron no pocos Santos y Beatos.

Scroll al inicio